- El Banco Central de la Argentina obligó a las fintech a suspender la venta de dólar oficial y concentró la operatoria en bancos y casas de cambio
- La medida busca frenar la pérdida de reservas y cerrar el “rulo” financiero, pero revive la sensación de cepo en el mercado.
El Banco Central de la Argentina volvió a tensar la cuerda del mercado cambiario. Desde el lunes pasado, las billeteras virtuales ya no pueden ofrecer la compra y venta de dólar oficial. La medida, que el propio BCRA se apresuró a aclarar “no implica ningún cambio normativo”, en los hechos reinstala un control más estricto sobre quién puede —y quién no— operar con divisas.
Las fintech: fuera de juego
Hasta la semana pasada, plataformas como Mercado Pago o Cocos Capital permitían a los clentes comprar dólares al tipo de cambio oficial directamente desde la app. El mecanismo era simple: el usuario pedía los dólares, la fintech los gestionaba a través de un banco y los acreditaba en segundos. Eso se terminó.
“Solo los bancos y las casas de cambio autorizadas pueden canalizar operaciones de moneda extranjera. No está permitido tercerizar las operaciones”, subrayó el BCRA en un comunicado, dejando claro que el negocio del dólar vuelve a manos del sistema financiero tradicional.
El golpe no es menor. Según estimaciones del analista Christian Buteler, cerca del 30% de las compras de dólares se realizaban a través de billeteras virtuales. El impacto, por lo tanto, se sentirá tanto en las fintech —que pierden un servicio clave— como en los usuarios, que ahora deberán volver al banco si quieren acceder al dólar oficial.
Un circuito cerrado
Las billeteras quedaron habilitadas para ofrecer el llamado dólar MEP (también conocido como dólar bolsa o dólar financiero), pero con una traba importante: quienes hayan comprado dólar oficial no podrán operar en el MEP ni en el “contado con liquidación” durante 90 días.
El objetivo es claro: cerrar el rulo financiero, una maniobra que permitía comprar al oficial y vender al financiero obteniendo una ganancia rápida.
La medida llega en medio de una crisis cambiaria que volvió a poner presión sobre las reservas nacionales. En septiembre, el dólar mayorista tocó el techo de la banda fijada en el acuerdo con el FMI. Para frenar la sangría, el Gobierno lanzó un paquete de medidas: suspendió temporalmente las retenciones al agro hasta alcanzar los USD 7.000 millones y prohibió combinaciones de operaciones entre mercados oficiales y financieros.
El trasfondo económico
Aunque el Ejecutivo insiste en que “no hay cepo”, los hechos muestran otra cosa. La decisión de recentralizar la operatoria cambiaria busca restringir la demanda de dólares, proteger las reservas y estabilizar el tipo de cambio en un momento crítico.
El apoyo financiero de Estados Unidos —con una línea de swap por USD 20.000 millones— fue insuficiente para contener la desconfianza.
El dólar oficial llegó a bajar hasta los $1.350 tras las liquidaciones del agro, pero una vez agotado ese impulso volvió a subir, superando nuevamente los $1.400. La brecha con el dólar MEP ya supera el 10%, una señal de que los controles, lejos de calmar el mercado, lo fragmentan aún más.
Qué cambia para el sector bancario
Para los bancos, la medida representa una reconquista del mercado cambiario. Al quedar como únicos habilitados para operar dólar oficial, recuperan un flujo de transacciones que había migrado a las apps. Sin embargo, también enfrentan un desafío: manejar la demanda en un contexto de cepo renovado, con clientes desconfiados y una brecha que vuelve a crecer.
En cambio, para las fintech el panorama es más difícil. Pierden un servicio atractivo, ven afectado su modelo de negocio y quedan atadas al dólar MEP, una opción con menos volumen y más restricciones. El golpe llega justo cuando el sector había logrado consolidarse como alternativa digital al sistema financiero tradicional.
El Banco Central insiste en que no hubo cambios normativos. Pero el mercado lo siente como un cepo encubierto. No se trata solo de quién puede vender dólares, sino de quién controla el flujo de divisas en un momento en que cada billete cuenta.
Con esta medida, el Gobierno busca ganar tiempo. Pero el costo puede ser alto: menos competencia, menos transparencia. En otras palabras, el cepo volvió. Solo que esta vez, disfrazado de “ajuste operativo”.