- La fragmentación organizacional en las instituciones financieras pueden causar pérdidas millonarias. La fusión entre equipos de ciberseguridad y prevención es clave para diseñar estrategias efectivas
- Las pérdidas globales por fraude bancario ascenderán a 23.000 millones de dólares en 2025
El fraude financiero ya no es un evento aislado. En la mayoría de los casos, es el último eslabón de una cadena de ciberataques que comienza mucho antes de que se pierda el primer dólar. Sin embargo, en buena parte de los bancos de todo el mundo, las áreas de ciberseguridad y prevención de fraude aún operan en de manera aislada, una desconexión que puede costar millones en pérdidas y dañar la confianza del cliente.
Un problema que crece a ritmo récord
Según estimaciones de la firma Juniper Research, las pérdidas globales por fraude bancario ascenderán a 23.000 millones de dólares en 2025 y se dispararán hasta los 58.300 millones en 2030, un incremento del 153% en apenas cinco años.
A esto se suma un contexto alarmante: en 2024, el volumen global de ciberataques financieros aumentó un 22%, según datos de la consultora Kroll, impulsado por la expansión del fraude digital, el uso de inteligencia artificial en estafas y el crecimiento del comercio electrónico.
La fragmentación organizacional hace que muchos bancos no actúen a tiempo ante señales tempranas de fraude. Un ciberataque que roba datos de tarjetas puede ser el primer paso de una operación fraudulenta; pero si el equipo de ciberseguridad no comparte esa información con el área de fraude, el daño se detecta recién cuando los criminales ya han monetizado los datos.
La “tubería” del cibercrimen al fraude
Según analiza un informe de Mastercard, el ecosistema del cibercrimen funciona hoy como una cadena de suministro global. Distintos actores se especializan en fases específicas: desde la vulneración inicial hasta la venta o el uso de datos robados para cometer fraude financiero.
Entre las señales tempranas más comunes se encuentran:
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Phishing y suplantación de identidad
Los ataques de phishing crecieron un 54% en 2024, según Proofpoint. Plataformas de Phishing-as-a-Service utilizan modelos de IA generativa para producir correos y sitios falsos casi indistinguibles de los reales. La información robada se vende o se usa para acceder a cuentas bancarias y realizar transacciones no autorizadas. -
Robo de credenciales mediante malware
El 88% de los ataques a aplicaciones web involucra robo de credenciales, según el Verizon Data Breach Report 2024. Programas como keyloggers o infostealers capturan datos de acceso y los venden en foros clandestinos por precios que van desde 5 a 100 dólares por registro. -
Ataques de digital skimming
Los grupos conocidos como Magecart insertan código malicioso en los formularios de pago en línea. En 2024, se detectaron 70 millones más de tarjetas robadas en comparación con el año anterior, según Recorded Future. -
Pruebas de tarjetas con bots
Para validar tarjetas robadas, los delincuentes ejecutan microtransacciones automatizadas en sitios de e-commerce. En 2024, el número de tester MIDs (identificadores de comercio) usados con fines ilícitos creció un 48%, según Mastercard. En los mercados clandestinos, los paquetes de identidad completa —los llamados “fullz”— pueden venderse por hasta 100 dólares cada uno.
Las señales se pierden en el camino
Las barreras que impiden la colaboración entre las áreas de fraude y ciberseguridad son múltiples. En muchos bancos, los equipos reportan a unidades diferentes y no comparten alertas ni modelos de riesgo. Además, está el e limitaciones de recursos: solo el 38% de las instituciones medianas cuenta con un programa formal de “fusión ciber-fraude”, según Deloitte Global Banking Survey 2024.
Los datos incompletos son un problema: la mayoría de las instituciones recibe inteligencia sobre amenazas generales, pero no sobre indicadores específicos de fraude en pagos. Además: hay poca cooperación entre instituciones: apenas el 27% de los bancos comparte inteligencia sobre amenazas de fraude con otras entidades.
El camino hacia una defensa proactiva
El cambio pasa por romper los silos y construir estructuras de colaboración sistemática. Los expertos coinciden en tres pasos clave:
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Usar inteligencia enfocada en pagos
Detectar infecciones de e-skimmers en comercios puede permitir bloquear tarjetas antes de que los datos sean robados. -
Establecer rutinas de intercambio de información
Reuniones semanales entre equipos de ciberseguridad y fraude —incluso en bancos pequeños— ayudan a detectar patrones y responder más rápido. -
Ampliar la cooperación sectorial
La inteligencia compartida entre instituciones acelera la detección y neutraliza ataques antes de que se propaguen.
Los beneficios de unir fuerzas
Integrar la inteligencia de fraude y ciberseguridad ofrece resultados medibles:
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Detección 35% más rápida de fraudes, según un estudio de IBM Security.
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Reducción del 25% en pérdidas operativas por fraude digital.
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Mayor confianza del cliente: el 62% de los usuarios afirma que la forma en que un banco gestiona un incidente de fraude afecta directamente su lealtad, de acuerdo con Mastercard Trust Index 2024.
Cuando las áreas de fraude y ciberseguridad trabajan en conjunto, los bancos pueden convertir señales tempranas en alertas accionables, anticiparse al fraude y reforzar la resiliencia del sistema financiero.
La lucha contra el fraude ya no es solo cuestión de detectar transacciones sospechosas: es cuestión de prevenirlas desde la raíz, uniendo dos mundos que, hasta hace poco, caminaban por separado.