El comportamiento: nueva clave para la ciberseguridad

  • Las entidades financieras rediseñan su defensa digital: del control de acceso al análisis de intención y el comportamiento
  • En la nueva guerra del fraude, los bancos y los criminales entrenan algoritmos que aprenden a anticiparse entre sí. Crecen los llamados ataques de ingeniería social 

El comportamiento: clave para estrategias de siberseguridadDurante años, el mantra de la banca digital fue la autenticación: contraseñas, SMS, códigos de un solo uso, doble verificación. Pero esas barreras, lamentablemente, ya no son suficientes. En la era de la IA, el los ciberdelincuentes ya no fuerza puertas: convencen a los usuarios para que las abran ellos mismos. El fraude digital ha pasado de ser un incidente técnico a una industria global impulsada por inteligencia artificial, capaz de escalar operaciones con la misma eficiencia que una startup.

La próxima generación de ciberseguridad bancaria no se apoya tanto en contraseñas, sino en patrones de uso invisibles. La llamada biometría del comportamiento analiza microseñales únicas, y por eso se hace indispensable.

Del hacker solitario al “Scam-as-a-Service”

El fraude digital se gestiona como un negocio, a través de distintas fábricas de estafas, donde cientos de trabajadores siguen guiones predefinidos, usan CRM y métricas de rendimiento. Unos desarrollan kits de phishing, otros generan voces sintéticas mediante IA, mientras equipos de “relaciones” sostienen conversaciones durante semanas con potenciales víctimas. El resultado es una profesionalización sin precedentes: el fraude ya no busca vulnerar sistemas, sino explotar emociones y rutinas.

Según datos del European Payments Council, los ataques de ingeniería social (una forma de ciberataque que manipula psicológicamente a las personas para que divulguen información confidencial o realicen acciones perjudiciales, como entregar credenciales, datos financieros o descargar malware) representan más del 75% de las pérdidas por fraude en pagos electrónicos en 2024, y crecen a doble dígito cada año.

Por qué los sistemas clásicos ya no funcionan

La mayoría de las defensas bancarias siguen centradas en la autenticación de identidad, no en la autenticidad de la acción.
Cuando un cliente introduce voluntariamente sus datos y autoriza una transferencia, el sistema asume legitimidad. Pero los fraudes modernos manipulan la intención del usuario: la víctima cree que está salvando su dinero, cuando en realidad lo entrega. El reto ya no es técnico, sino cognitivo. Y eso obliga a un cambio radical en la arquitectura de seguridad.

La nueva frontera: biometría del comportamiento

La próxima generación de ciberseguridad bancaria no se basa en contraseñas, sino en patrones de uso invisibles.
La llamada biometría del comportamiento analiza microseñales únicas:

  • velocidad de tecleo

  • presión sobre la pantalla

  • pausas al escribir

  • rutas de navegación dentro de la app

  • variaciones en el ritmo de decisión.

Si un cliente que normalmente actúa con rapidez empieza a dudar antes de confirmar una operación, o introduce un número de cuenta con precisión inusual, el sistema lo detecta como una desviación. La IA no solo analiza la acción, sino el contexto emocional que puede esconderse detrás.

Según BioCatch, la adopción de estos sistemas ha reducido hasta un 15% las pérdidas por fraude de identidad en entidades que los usan.
El cambio de paradigma es claro: el usuario deja de ser un punto débil y se convierte en una fuente de datos conductuales que refuerzan su propia seguridad.

IA contra IA: la guerra algorítmica del fraude

Los estafadores también usan inteligencia artificial.
Las mismas redes neuronales que las empresas emplean para detectar anomalías, los criminales las aplican para generar voces indistinguibles de un asesor bancario, emails personalizados o incluso simulaciones de videollamadas con ejecutivos falsos.
Esta simetría tecnológica ha creado un nuevo campo de batalla: machine learning contra machine learning.

Los bancos responden con sistemas predictivos que aprenden de millones de interacciones. Su objetivo ya no es verificar una transacción, sino anticipar si el cliente actúa bajo manipulación.
En algunos casos, los algoritmos son capaces de detectar fraudes en menos de 300 milisegundos, según IBM Security, gracias al análisis en tiempo real del comportamiento del usuario combinado con datos de contexto, como la ubicación o la huella digital del dispositivo.

El dilema ético: intervenir o respetar la autonomía

Pero la inteligencia predictiva plantea una pregunta incómoda:
¿Qué ocurre cuando el sistema sospecha que el cliente está siendo manipulado, pero este insiste en seguir adelante?

Algunos bancos ya aplican políticas de intervención activa: si una IA detecta riesgo alto de fraude, puede bloquear temporalmente una operación y forzar un contacto humano. El debate regulatorio es intenso. En países como Reino Unido y Australia, los bancos están obligados a reembolsar a las víctimas de estafas “autorizadas”. Esto está redefiniendo la frontera entre la protección del usuario y su libertad de decisión.
La IA, en este contexto, se convierte en árbitro del consentimiento digital.

El costo económico y el punto de inflexión

El fraude financiero global ya supera el billón de dólares anuales, según estimaciones de Juniper Research.
Para muchas entidades, ya no se trata de evitar pérdidas aisladas, sino de gestionar el fraude como una variable estructural del negocio.
En términos de profit & loss, la ciberseguridad se integra como un gasto operativo recurrente, del mismo modo que las devoluciones lo son para el comercio electrónico.

Hacia una banca predictiva

La frontera entre banca y ciberseguridad se está disolviendo.
En los próximos años, las entidades que sobrevivan no serán las más digitales, sino las más predictivas: aquellas capaces de leer la intención antes de que el fraude se produzca.
La inteligencia artificial deja de ser una herramienta defensiva para convertirse en una extensión de la relación banco-cliente.
Y en ese terreno, la confianza —no la contraseña— será la verdadera moneda de cambio.

 

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