- El caso Bineo: tras acumular pérdidas millonarias y una elevada morosidad, pone en evidencia los riesgos de un modelo
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La reestructuración de Bineo podría marcar un cambio en la estrategia fintech de México, impulsando alianzas híbridas y una visión más cautelosa en nuevas inversiones digitales
La reestructuración de Bineo en 2025, el primer banco digital con licencia propia en México, no solo representa un revés estratégico para Grupo Financiero Banorte, sino que también marca un antes y un después en la manera en que las grandes instituciones financieras y startups fintech abordan la digitalización del sistema bancario.
El caso Bineo pone sobre la mesa las limitaciones del modelo de banca digital independiente y proyecta un giro hacia esquemas más colaborativos y sostenibles.
¿Qué pasó con Bineo?
En marzo de 2025, Banorte anunció la reestructuración de Bineo tras solo 15 meses de operación. La decisión vino acompañada del cierre a nuevos clientes, recorte de personal en áreas comerciales y una reducción en el desarrollo de productos e innovación. Si bien el servicio a las cuentas activas continúa operando, el modelo original de crecimiento agresivo fue desechado.
Con una inversión inicial de 270 millones de dólares y un objetivo de alcanzar hasta 3 millones de usuarios en cinco años, Bineo refleja una desconexión entre ambición y viabilidad operativa. Las pérdidas acumuladas, que superan los 50 millones de dólares en su primer año completo, y un índice de morosidad del 26.77%, más de 13 veces superior al promedio bancario nacional, evidenciaron una crisis de sostenibilidad.
Un punto de quiebre para los bancos digitales en México
Bineo fue concebido como una entidad independiente con licencia bancaria, diferenciándose de muchos otros neobancos que operan como agregadores o bajo alianzas con bancos tradicionales. Este enfoque requería inversiones mayores en infraestructura tecnológica, cumplimiento regulatorio y adquisición de usuarios, elevando el riesgo de no alcanzar la escala necesaria para sostenerse.
Bineo deja claro que la banca digital no puede sostenerse solo con una fuerte inversión inicial. Se requiere un modelo operativo escalable, estrategias de adquisición más eficientes y, sobre todo, un enfoque equilibrado entre innovación tecnológica y rentabilidad financiera.
La tendencia emergente: colaboración en lugar de independencia
Uno de los principales aprendizajes que deja es que el modelo “standalone” de banco digital con licencia propia enfrenta enormes desafíos para consolidarse en el mercado mexicano. A partir de este caso, se anticipa una evolución del sector hacia esquemas más híbridos y colaborativos.
Bancos tradicionales y startups fintech buscarán un terreno común, apostando por:
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Modelos de Banking-as-a-Service (BaaS): en lugar de lanzar bancos digitales desde cero, se optará por plataformas que permitan ofrecer servicios financieros a través de infraestructura compartida.
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Alianzas estratégicas fintech-bancos: el enfoque será integrar productos digitales innovadores a los canales tradicionales, reduciendo costos regulatorios y de operación.
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Verticalización por nichos: en lugar de aspirar a una banca universal digital, crecerán modelos enfocados en necesidades específicas como créditos PYME, pagos digitales o ahorro para sectores desatendidos.
Mayor cautela y atención al panorama regulatorio
Otro efecto directo será el cambio en la percepción de los grupos financieros e inversionistas sobre los neobancos. En el corto plazo, es probable que se eleve la exigencia en términos de viabilidad financiera y se reduzca la tolerancia al modelo de “crecer primero, rentabilizar después”.
Mientras que hace unos años la narrativa giraba en torno al crecimiento explosivo, hoy el foco estará en sostenibilidad desde las primeras etapas. Proyecciones más realistas y planes de negocio sólidos serán clave para asegurar financiamiento en un entorno cada vez más competitivo.
La experiencia de Bineo también podría tener implicaciones regulatorias. La CNBV y el Banco de México podrían revisar los requisitos de capital y fortalecer los mecanismos de control de riesgos para nuevas licencias bancarias. Un índice de morosidad tan elevado como el de Bineo pone en evidencia debilidades en la evaluación crediticia digital, y es probable que se exija mayor supervisión sobre los algoritmos y modelos de scoring.
Esto podría frenar temporalmente nuevas autorizaciones de bancos 100% digitales, dando espacio a modelos mixtos donde las fintech operen bajo licencias de socios establecidos o dentro de marcos de sandbox regulatorio.
Reputación y confianza: ¿retroceso o madurez?
El caso Bineo no implica un retroceso para el ecosistema fintech mexicano, pero sí impone una etapa de maduración. Algunos usuarios podrían mostrarse más cautelosos frente a nuevos bancos digitales, lo que obligará a las plataformas emergentes a ser más transparentes sobre su modelo de negocio, mecanismos de protección de fondos y niveles de solvencia.
Al mismo tiempo, esta situación crea una oportunidad para educar al mercado y fortalecer la confianza en las fintech serias, que ya cuentan con tracción, respaldo financiero y trayectoria sólida. Plataformas como Clip, Konfío, Stori o Belvo mantienen su crecimiento y son ejemplo de modelos fintech bien ejecutados.
A pesar de este revés, el ecosistema fintech en México sigue siendo uno de los más dinámicos de América Latina. Con más de 770 startups activas y una tasa de crecimiento cercana al 19% en 2023, el mercado presenta oportunidades considerables, especialmente si se considera que más del 30% de la población aún está fuera del sistema financiero formal.
El caso de Bineo obliga a los actores del ecosistema a repensar sus modelos de escalabilidad y a buscar formas más eficientes de ofrecer productos financieros digitales. La combinación de tecnología, alianzas estratégicas y enfoques por nicho se perfila como el camino más sólido para el crecimiento futuro.
También pasará a la historia como un experimento ambicioso que no logró consolidarse, pero que dejó enseñanzas clave para el desarrollo del sector. Su caso confirma que en el mundo fintech no basta con innovar o invertir en tecnología; se necesita un modelo sostenible, colaborativo y adaptado a las condiciones reales del mercado mexicano.