- Una coalición de asociaciones fintech y de la industria cripto le exige al Consumer Financial Protection Bureau que frene los intentos de la banca de limitar la competencia
- La disputa define quién controla el futuro del dinero digital
- Más de 100 millones de estadounidenses ya utilizan servicios que dependen de la banca abierta
Una nueva disputa sacude Washington: una coalición de asociaciones fintech y de la industria cripto exige a la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB) que termine de regular la regla de Open Banking, diseñada para garantizar que los consumidores puedan decidir libremente con quién comparten sus datos financieros.
El llamado, firmado por entidades como la Blockchain Association, la Crypto Council for Innovation y la Financial Technology Association, denuncia que los grandes bancos buscan debilitar el marco regulatorio para proteger su dominio sobre la información de los usuarios.
“Los bancos quieren revertir la banca abierta, debilitar el intercambio de datos y aplastar la competencia”, advirtieron en una carta enviada el martes a la CFPB.
“Los datos financieros pertenecen a los consumidores, no a los bancos más grandes del país.”
El fondo del conflicto
La regla de Open Banking —basada en la Sección 1033 de la Ley Dodd-Frank— permitiría a los consumidores compartir su información bancaria con aplicaciones y servicios financieros de terceros mediante interfaces seguras (APIs). Esto abre la puerta a conectar cuentas bancarias con plataformas cripto, billeteras digitales, servicios de pagos y asistentes financieros con inteligencia artificial.
El modelo ya está vigente en economías líderes como el Reino Unido, Brasil y la Unión Europea, donde el usuario es dueño de sus datos financieros. Pero en EE.UU., el proceso ha sido un campo de batalla político.
En 2024, la CFPB finalizó una primera versión de la regla, que fue inmediatamente demandada por el Bank Policy Institute, grupo que representa a gigantes como JPMorgan, Bank of America y Wells Fargo.
Los bancos alegaron que la norma “pone en riesgo la privacidad de los clientes” y “sobrepasa las competencias” del regulador. La CFPB respondió reabriendo la consulta pública, extendiendo el debate hasta este año.
La postura del sector cripto y fintech
El frente fintech sostiene que la resistencia bancaria no busca proteger al consumidor, sino bloquear la innovación.
En su carta, las organizaciones instaron a la CFPB a mantener dos pilares clave:
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Garantizar que los consumidores puedan compartir sus datos con terceros autorizados sin restricciones.
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Mantener la prohibición de tarifas por acceso a datos, para evitar que los bancos cobren “peajes” a las startups financieras.
Más de 100 millones de estadounidenses ya utilizan servicios que dependen de la banca abierta —desde apps de inversión y pagos digitales hasta monederos de criptomonedas—.
Si se impusieran tarifas o trabas, advierten los firmantes, se frenaría el acceso a herramientas que promueven la inclusión financiera y la competencia.
El cofundador de Gemini, Tyler Winklevoss, sintetizó el malestar del sector:
“Los bancos quieren vaciar la Regla 1033 para poder gravar y controlar tus datos financieros. Esto es malo para la innovación y para el futuro de las finanzas en Estados Unidos.”
La lucha por el control de la infraestructura digital
La pelea por la Open Banking Rule va mucho más allá del acceso a datos: es una lucha por el poder en la próxima infraestructura del dinero.
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Para los bancos, mantener el control de los canales de datos significa preservar su rol central en el sistema financiero.
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Para las fintech y las criptoempresas, en cambio, la apertura de esa información es la base de un nuevo ecosistema competitivo, donde los consumidores eligen libremente con qué herramientas gestionar su dinero.
El conflicto refleja una tensión global: quién controla la interfaz entre el dinero tradicional y las finanzas digitales.
Si el CFPB adopta una versión firme de la regla, EE.UU. se alinearía con economías que ya protegen el derecho de los ciudadanos a mover sus datos financieros. Si cede ante la presión bancaria, el país corre el riesgo de quedarse atrás en la carrera por la innovación financiera y la integración con la Web3.
En síntesis: lo que está en juego no es solo una norma técnica, sino la arquitectura del futuro financiero estadounidense —si será abierta, interoperable y centrada en el usuario, o cerrada y controlada por los mismos actores de siempre.